Cena para dos
la sintió en la casa, en el aire
la sintió en la tez.
No estaba, ella no estaba
Se encerró hasta retener el perfume de la esencia
que persistente y embriagadora oscilaba colgada de

Su esencia, que vainilla bailaba jazz
galopaba montada del suspiro de la sopa
"sopa de caramelo y gotas de mar café". Y ella
todavía con sus lentes oscuros de mujer invisible.
Sintió su esencia que estaba por todos lados:
la sintió en la casa, en el aire y la sintió en la tez.
Se encerró en la habitación hasta convertirse
pupa de mariposa que en las sabanas se le pegaba la miel.
Se sentó en el jardín hasta que se le enredara el aroma
puro de la orquídea, el sabor azúcar de la vaina carnosa,
la luz, el tacto y el sonido de otro en los propios pliegues de la piel.
Se sentó en el jardín y sintió junto al
cardenal rojo el revelado del sol en las alas
el crujir melancólico de la madera aprisionada por la liana
el aroma a vainilla flotando, brotando y creciendo en el aire
entonces recordó que, aún conserva en el freezer un trozo de carne
muy parecido en tamaño, forma y color al modo y ritmo de latir de
su propio corazón.
Ahora ella que estaba presente embriagada de sabores y
perfumada por inciensos decidía en cómo preparar con él y
la vainilla una deliciosa cena para dos.

Noelia “la coca” Ruffino, nació en Córdoba en 1984, es técnica en algunas cosas pero sobre todo autodidacta. Le sientan muy bien las cucharas y cucharones. Su primer contacto con la escritura surge en un viaje por América Latina redactando sus experiencias en forma de diario de viaje. En la poesía descubre otra forma de seguir viajando pero por sobre todo una amiga incondicional.