lunes, 19 de marzo de 2012

Santiago Salguero


Nos quedamos con el recuerdo, una imagen ambigua. Como si guardásemos en forma borrosa y frágil la situación exacta aunque en realidad no sea así. Porque la memoria carece de fidelidad, y a caso aquello que conservamos es una representación digna aunque insuficiente. Sólo se trata de una réplica construida de detalles, una orilla a la que no termina de llegarse nunca, un dibujo deshaciéndose cuando el trazo termina de resbalar en el papel.

Dependemos de la esperanza cómplice de despertarnos un día cualquiera y sentir, con sospechosa precisión, la mano calmando nuestros parpados, esa boca abriéndose insegura primero, con convicción después, delatados en la mirada cada vez más próxima, ya incapaces de escondernos en los prejuicios o de escapar por la calle del orgullo inútil.

Entonces no queda más remedio que extender los dedos temblorosos, separarlos de la mano, dejarlos enredados entre la nunca y el pelo ocultando las pequeñas trampas. O ceder parte del mentón para que el hombro le cuente algún secreto en el idioma de los sueños. Sentirse a salvo en el trayecto donde una porción nuestra pasa a ser del otro, irremediablemente dispuestos a encontrar la oposición repentina, impecable y a la vez blanda, donde hundimos los miedos, nuestros ojos y encontramos otro tipo de oscuridad; ya no cruel ni triste, sino una mezcla ambivalente de placer y comodidad, resguardados en una contención creciente desde el momento que nos dejamos caer sobre el cuerpo ajeno.

Ojalá pudiéramos guardar la respiración alterada, el gesto conmovido. Pero algo se escapa en el cruce de los abrazos, una sustancia invisible capaz de dejarnos solos y aunque giremos para buscar lo que se está perdiendo, no se alcanza, no llegamos. Porque el hombre no se queda con nada de lo real y el recuerdo es la ciudad que construye.

Es ahí, en ese breve lapso, donde por fin uno cierra los ojos-es decir avanza creyendo en el otro que a su vez también cerró los suyos-, justó ahí es cuando debiéramos tomar una fotografía, quedarnos inmóviles, para siempre, en ese país donde nos refugiamos hasta que alguno vuelva a abrirlos; y llegue, implacable, la tormenta, el recuerdo ambicioso, contundente, incompleto, siempre incompleto.

5 comentarios:

  1. << Y llovió llovió >>

    Saludos de la Mona.

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  2. Este muchacho es el mismo que estuvo el lunes en Luna de Pájaros no? o estoy equivocada? Me encantó escucharlo en la radio, con la potencia de su voz y ahora me lo encuentro aquí (los sigo, los sigo) es muy bueno y lo felicito. Aparte dijeron que tenía 24 años, tiene mucho para dar todavía. Felicitaciones Santiago!

    Andrea Casas

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  3. La palabra de Pipo tiene la fuerza de un zarpazo, rasga, nos moviliza, nos duele y encima, nos deja pensando. Buenísimo texto y adelante que ya estás en el camino de lo que querés. Y eso me parece fantástico.

    Lily Chavez

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  4. Lindísimos los textos de este blog, por una cuestión de tiempo dejo comentario en uno. Y elijo éste, primero porque sentí tal cual lo expresa Lily en el comentario . No sé como lo lea el autor, parece que muy bien, pero en la lectura también se siente como un alud de palabras y de imágenes. Felicitaciones a Santiago

    Lucía Chiaretta

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  5. Aparte de la energía de su palabra, lo que encuentro en esta prosa es mucha sensualidad.
    Felicitaciones

    Nora Grill

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